Tiernos enamorados ruiseñores,
enseñadme a cantar tristes endechas;
cárceles verdes, de esmeraldas hechas,
con dulce parto producid colores,
pomposos cedros de olorosas flores,
ramas de mirra en lágrimas deshechas,
sin reparar en celos y sospechas,
cubridme, pues me veis morir de amores.
Para ver si le busco enamorada
se fue mi labrador; sin su presencia,
ninguna luz, ningún lugar me agrada;
y aunque en todos asiste por potencia,
un alma a sus regalos enseñada
¿cómo podrá sufrir de Dios la ausencia?
Lope de VEGA
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