¡Oh qué gran corazón el corazón del campo
en esta noche azul y pura y reverente,
todo lleno de amor y de piedad sagrada
y fuerza suficiente!
Yo lo escucho latir y comprendo mi vida:
me parece tan clara, tan profunda, tan simple,
y tiene como el mar y el monte puro
su raíz en el tiempo sumergida...
Yo le siento latir, y una onda inefable
y cordial y vital me reconforta,
y no pienso que soy un barro deleznable,
y que la brega es dura y corta.
Toda inquietud es vana: la desazón soporta
-me está diciendo a voces un amigo interior-.
El minuto es florido, sonoro y halagüeño;
el corazón del campo te dará su vigor
para entrar en el último sueño...
Porfirio Barba Jacob
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