Yo no podré jamás ser un buen padre
con el pecho estrellado de condecoraciones
y el cuadro de un abuelo bien barbado,
modelo de mi prole.
A una mujer le brotarán mis hijos
tan milagrosamente como flores.
Llegarán preguntando a dónde vienen
desde Dios sabe dónde.
Y yo, que he estado siempre entre preguntas,
¿qué responderé entonces?
Qué pena no poder ser un buen padre
lleno de tesis y de nombres,
con un consejo a flor de labio
y un dedo enarbolando las secciones.
Mal puede un escultor hecho de barro
querer moldear hombres.
Ellos me pedirán para sus pasos
sendas seguras en el bosque.
-"Dejad la mano izquierda en el ocaso
y el corazón quemando el polo norte,
zaguero del sur y a la derecha el alba.
Y ahora que conocéis horizontes,
marchad -diré a mis hijos-
a donde oigáis cantar los ruiseñores."
Qué pena no poder ser un buen padre
de los que todo lo conocen,
y qué vergüenza que mis hijos
se enteren por los libros de que hay padres mejores.
Les dejaré la herencia de mi frente,
un arca llena de interrogaciones.
¿Qué van a pensar ellos
sintiéndose tan pobres?
Qué lástima tener que ser mal padre,
tan viejo y triste junto a alegres jóvenes,
con la espalda curvada
de tanto cortar flores...
Pedro Lezcano
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